viernes, 3 de agosto de 2018

Reseña: Tokio blues de Haruki Murakami (Sin spoilers, ni rencores)

¡Hola de nuevo, lectores! Como prometí por aquí ando de nuevo. Esta vez para traer otro libro bastante famoso, aunque de una índole bastante distinta al anterior. Se trata de Tokio blues (o Norwegian Wood como se llama en Latinoamérica y los países de habla inglesa, partiendo del título original Noruwei no Mori. Nuestras adecuaciones al idioma siguen, como siempre, sin pasar desapercibidas) de Haruki Murakami, al que le he puesto cuatro estrellas en Goodreads. Aunque sinceramente, dudo del valor verdadero de esta nota, puesto que tengo bastantes críticas con las que me ganaré el odio de una gran parte de vosotros. Pero bueno, como digo siempre, no aventuremos acontecimientos, comencemos por su trama.


En esta parte no me demoraré mucho puesto que no es una narración que tenga grandes idas y venidas. Tan solo nos habla un hombre llamado Toru Watanabe, que se pone a revivir sus años universitarios (más bien los primeros) en la década de los 60, cuando se muda de su pueblo a Tokio, con las alteraciones que conlleva. Básicamente, la novela nos presenta una especie de críticas sociales, inconexas entre sí, a través de los ojos del protagonista. Pero, a su vez, los que desarrollan esas circunstancias suelen ser los secundarios, por lo que en todo momento, Watanabe se encuentra en alguna que otra extraña situación, donde sus amigos le explican aquello por lo que van pasando.

Dicho esto cabe pensar que es un texto profundo, lleno de matices, donde el análisis que se hace a la sociedad japonesa del momento podrá en jaque todas tus creencias al estilo “El guardián entre el centeno” (obra, que por otra parte, está citada por encima, unas cuantas veces, a lo largo de sus páginas) pero en mi opinión (y vuelvo a recalcar “mi opinión”, que sé que Tokio blues es muy querido, y conozco a varias personas que les encanta), se queda a medio camino de convertirse en un símil del estilo.

Me explicaré sin hacer muchas comparaciones para no herir más de lo necesario.

Uno de los problemas más gordos que veo son los personajes. (Que si ya esa es una de las contrariedades mal vamos) Watanabe, por ejemplo, es el típico personaje pasivo, el cual solo actúa ante los problemas cuando se ve envuelto en ellos.

Esta clase de protagonista es muy común en la literatura, y, aunque a mí no me dan más esta clase de personalidades, he leído libros con principales así que me han fascinado.

Esta, como veis, no es la pega. El problema llega en poner a alguien así en cabeza para que luego la trama que le rodea sea de lo más “tranquila” (porque no es lo mismo Alicia que de repente se ve rodeada de un montón de seres rarísimos, y una reina que le quiere cortar la cabeza, a un chico que lo más atrevido que hace es salir por ahí a divertirse por la noche).


Este dato ya hace que cojee un poco la historia, pero después, conociendo a los secundarios, te das cuenta de que no va a mejorar en ningún momento.

Antes de adentrarme a explicar cómo son los más destacados, tengo que decir que comparten ciertas cosas en común. AMAN a Nawakane, y parece el eje de sus vidas aunque este sea un personaje extrañamente poco carismático de por sí. Todos fuman, y se hacen los intelectualoides más o menos a su manera.

Tristemente estas características no son lo más molesto que aportan. Lo peor, con diferencia, es que son personajes unidimensionales centrados solamente en su propio arco, por lo que el libro es un conjunto de pedacitos poco hilados entre sí.

(Por si no conocéis lo que es una persona unidimensional os lo explico en un minuto. Suelen darse en algunas ficciones, y se caracterizan por ser lo contrario a aquellos sujetos con un trasfondo profundo. Si no conseguís diferenciarlos (en algunas ocasiones la superficialidad está más a la vista que en otras) tan solo debéis pensar en qué haría el susodicho en cuestión, en un percance imaginado, que esté fuera de su zona de confort. En este caso, por ejemplo, podemos preguntarnos qué haría Nawakane si en vez de estudiar en Tokio, tuviera que irse abruptamente a occidente a trabajar en una tienda de zapatos. Si consigues imaginar cómo se desenvolvería el individuo ante tal situación (no hace falta acertar, con cavilar conociendo su manera de ser basta) estarás ante figura con profundidad. Si no, es un personaje que solo sabe moverse en una sola dirección, aquella que le haya dado su autor.).

Mi reacción cuando empiezo a ver por donde van los tiros.

De estas dos últimas afirmaciones no se libra ni nuestro Toru. Para Murakami el hecho de crear un entorno que no fuera tan oriental en un principio, para hacerlo algo más llamativo y extravagante, fue algo que pudo mantener a duras penas a través del relato, ya que a su vez, los rasgos y guiños al país donde se desarrolla se ven en situaciones tan cotidianas, como el hecho de que dos amigos caminen uno detrás del otro tan tranquilos.

Con esto no quiero criticar la cultura oriental, ni mucho menos, los que me conocéis sabéis que me gusta más la zona este del mundo, que la del oeste. De ese modo, no me descolocaba tanto encontrarme con esa clase de anécdotas, como sí la mezcolanza de culturas, haciendo menos creíble aún, esa historia que nos intentaba vender con cierta dosis de realismo.

Por otra parte, y como ya he mencionado previamente, los personajes son TODOS unidimensionales, y con una conveniencia argumental tan obvia que es difícil creer en ellos.

Por un lado tenemos a la sensible Naoko (típico personaje femenino asiático), que a día de hoy tengo el conocimiento de que está enferma pero aún no sé de qué. No se da ningún tipo de comentario al respecto, no vayamos a tener un personaje bien construido.

Luego está Midori Kobayashi, que hace el papel de la típica secundaria, muy socorrida por los doramas, y demás estilos de ficción oriental (es más, en la mayoría de los romances de estas tramas siempre hay una Naoko y una Midori que son ambas, el posible reclamo amoroso del protagonista), en donde vemos a una chica muy echada para adelante, pero que tiene detrás un dramón considerable.

Reiko Ishida es la madura (otra tipo de persona muy elegida). No hay mucho que decir de ella tampoco, está ahí como apoyo a Naoko y al propio Toru. Cabe destacar que esta mujer es la menos querida por los lectores en general (haya, o no, gustado la novela). El motivo es generalizado, es un personaje que sobra completamente.

No nos libraremos nunca de los triángulos amorosos.

Nagasawa, que es el Joey/Barney, o para quien no haya visto “Friends” o “Como conocí a vuestra madre”, significa que es el super ligón que se lleva a Nawakane por ahí de fiesta siempre que puede, dándonos con ello, unos toquecitos de locura nocturna que no pegan en la dinámica de la aventura ni con cola.

Como veis el, 90% de los personajes son mujeres, y tooodas adoran a nuestro Nawakane, (por su puesto, Nagasawa también, pero de una manera más de colegueo) lo que huele a rancio de aquí a mañana, ya que todas ellas son cortadas por el mismo patrón, son igual de intensas, y remarcan siempre los  libros intelectuales, canciones, etc. que les gustan. (El título mismamente, fue escogido por una canción de los Beatles que le encanta a Naoko. No es muy conocida, y supongo que por eso es tan “especial”, como todo lo que nos intenta vender en este escrito).

Que te gusten los Beatles de especial tiene bien poco pero vamos a dejárselo pasar.

Lo que más me choca de este asunto es que nos muestre esas singularidades para luego cerrar las etapas de sus personajes de una manera tan pobre, que si me hubiera encariñado con ellos me daría hasta pena.

Bien, imagino que al llegar hasta aquí os estaréis preguntando que, después de una crítica tan extensa como la que os acabo de redactar, como he llegado a ponerle 4 estrellas, y es que, si he de resaltar algo positivo, me quedo con cómo está redactado, y lo liviano que se hace el leerlo. Creedme, venía de otra obra (paciencia, ya os contaré cual es en otra reseña) que me había hartado, y esta, al menos, no me resultó pesada, ni difícil de leer. De ahí la generosa nota.

Bueno, esto ha sido por hoy. Si queréis mi consejo os diré que, si no habéis leído a Murakami, leedlo. Ya sea esta, su obra más famosa, u otra de sus historias. Este hombre es muy importante en nuestra época, y al igual que tiene sus admiradores, tiene también sus detractores. Yo, en la búsqueda de opiniones me he encontrado de todo. Gente que le adora, que le odia, que aman otros títulos pero que odian Tokio Blues, etc. Él mismo confesó en una entrevista que no sabía cómo gustaba tanto Norwegian Woods, así que yo le tomo la palabra y me mantengo al margen hasta que lea otra de sus novelas, y pueda con ello, tener una opinión más formada sobre este popular escritor.

Hasta entonces solo me queda analizar los demás libros que he leído a lo largo de estos meses que habéis estado sin mí. Pero eso será ya en la próxima entrega. Por ahora me despido. Sed buenos y leed mucho.

Con cariño.

La bibliotecaria de Dunwich

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